Esta soledad tan compañera,
tan de mí,
que recorre cada día mis caminos
y arropa mi frío,
a veces me dicta sus secretos
y los escribo...
Me habla de pieles grises que se secan
al sol de los desiertos,
y de ríos que se pierden en la nada,
aguas demasiado bellas para ser bebidas,
aires tan puros que duelen los pulmones...
me anhela y me seduce,
vestida de corsario,
de príncipe,
de luces,
me lleva de la mano hacia el abismo
y allí mismo en el borde
me besa y me sostiene,
me dice,
no es el tiempo de volver, no aún,
a las praderas....
Esta soledad que llena
mis días de ausencia
que no deja una sola huella
más que la mía a mi lado,
este dolor en mi costado,
a la vuelta de mi espalda
y este frío glacial a todas horas,
me dice que espere a las semillas
que sostenga mi inquietud,
mi fuego interno,
y deje que florezcan los jazmines
a su tiempo....
Mientras tanto,
ella y los ángeles me cuidan,
me alimentan el alma con ternura,
y me acompañan
en el camino de regreso
cantándome bajito al oído
un tema de Sabina....
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