Tarde ya para un café,
temprano aún para dormir,
sólo desafío esta hora tan breve
de mi historia
a que sea algo diferente...
No sé qué hacer
ni adonde ir,
hace tanto frío afuera
y llueve tanto...
Ni una carta para leer,
ni un agua para beber,
sólo mi reflejo y sombra,
mi yo y mi paciencia
encontrándose conmigo
en este instante
quebrado por el tic-tac
del reloj de campanillas...
La música del viento entre las ramas
el sonido de la calle lluvia adentro
y mi absoluto cavilar
en brazos del eclipse de mi ser
con el recuerdo...
Nada más,
que ser ese barquito de papel
que lleva el viento,
ese puñado de existencia
que reparto cada día
mientras vivo,
mientras busco más razones para amar,
para sentir,
que soy más que esa pluma que se vuela,
un aletear del corazón,
una gota que no quiere evaporarse
sin besar alguna flor...
Y sin embargo,
sé que más allá de estas paredes
hay un mundo donde andar,
un paraíso que poblar con poesía,
cuántas pieles por cambiar
cúantos desiertos
por convertir en primavera...
Desde que soy yo la del espejo
y nadie más me toma de la mano,
el abrazo con la vida es sólo mío
y de verdad me gusta,
avivar mi propio corazón
con el fuego que arde en mi interior,
la única habitante de mi piel,
bajo la lluvia que destella sobre mí
mientras bailo conmigo en el balcón
esta noche que no supe adonde ir,
tarde para todo,
pero a tiempo para ser feliz...
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